Aquella niña.

Aquella niña,
tan inocente,
con la conciencia tan tranquila,

que tanta envidia me da.
Siempre que pierde una partida
es habiéndolo dado todo hasta el final.
Ella me da envidia,
derrocha sinceridad,

no sabe mentir.
Nunca se esconde,

ni se construye un castillo.
Tiene miedos,

pero no deja que la hundan.
No le importa decir lo que siente en el mundo real,

en el que vivimos todos.
Cuando pierde,
ni siquiera tiene la sensación de perder,
porque ella lo da todo,
lo dice todo,

se deja la piel.
En cambio yo
pierdo sin empezar a jugar,

porque soy todo lo contrario a lo que es ella.
Por eso me da envidia,

esa niña,
tanta envidia...

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